domingo, 8 de enero de 2012

Allí donde solíamos gritar.

No sé si es el calor o el agua de mar lo que me reblandece hasta las entrañas y sube mis niveles de lacitos rosa en sangre, pero tampoco me importa la causa. Lo que me importa es que aquí estamos, tú y yo, cuatro meses después de aquel primer beso con sabor a tequila y con el frío en los huesos. Aquí seguimos. Y sigue gustándome como me miras, y mirarme en tus ojos, y mirarnos hasta el fondo. Y sigo pensando que en cualquier momento, en cualquier abrazo, seremos capaces de fundirnos. Y sigo con ganas de desgarte los labios, de pasear una y otra vez por cada peca y por cada lunar. Y sigo pensando que nadie me pone como tú sin bajar de mi cuello. Y sigo, sumo y sigo. Ya no sé si es la costumbre de compartir el tiempo juntos, o si es porque encajamos como las piezas del ying y el yang, o vete tú a saber porque, pero déjame que te tenga más tiempo entre mis brazos, y ponme carita de pena, que adoro verte vulnerable, a media luz y ser tu escudo humano, úsame. Que siempre que quieras podemos hacer incendios de nieve, o podemos romper las ventanas y hacer del caos un arte, o volver a allí donde soliamos gritar y a matar monstruos con nuestros gritos, y ganar todos los segundos y terceros asaltos y que siga el show.









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