viernes, 30 de marzo de 2012

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Tenía lo que tienen los gatos: a muchos les asquean, otros muchos ni los ven... y sólo unos pocos se dan cuenta de que, si no fuera por ellos, la ciudad estaría llena de ratas. Caminaba encorvada sobre sí misma, y su postura hacía que pareciese que lo único que quería en todo momento era desaparecer, echar a correr. Huía de las personas siempre que podía, y hasta la mirada tenía felina, los ojos siempre entrecerrados. Hacían falta muchos platos de leche para que se dejase acariciar, pero lo cierto es que, cuando lograbas ganártela, no era demasiado complicado hacer que cerrase los ojos y se acurrucase a tu lado




sábado, 24 de marzo de 2012

tú.

Ojala pudiera decirte algo. Ya sabes alguna tontería de esas que te hagan sonreír como un idiota. Una frase bonita, un fragmento de mi película preferida, o algún trozo de canción que escuché en cierto momento. Pero no encuentro nada que sea capaz de acercarse a lo que siento. Podría decirte cualquier cosa, ¿sabes? Y no quedaría mal. Podría decirte que te quiero, que no me imagino una vida sin ti, o que no quiero que me dejes nunca. Pero quizás no sería cierto. ¿Nunca? no puedo decirte algo así. ¿Qué sé yo que pasará dentro de uno, dos, cinco o diez años? No puedo decirte nunca. Yo...yo soy una veleta, un manojo de nervios, no tengo pedal de freno o no funciona. Yo cambio, me muevo gracias a ti. No sé lo que va a pasar mañana. Sé que te quiero, ahora, en este instante, y en el de más allá probablemente también, pero dentro de muchos instantes quizás no. Pero ahora, ahora sólo sé que daría la mitad de los años que me quedan, por verte sonreír una vez más.









martes, 13 de marzo de 2012

Te quiero.

Miradlo bien, si a él, él es lo único que necesito aquí y ahora.



Va pasando el tiempo y yo te voy queriendo más.

El ruido de aquel grillo que no cesa. La luz de las farolas a través de mi ventana. El cosquilleo en mi espalda por sus yemas, en mi corazón por su sonrisa. Las gotas de lluvia por su pelo, las noches de ilusión por sus susurros. El tren del primer fin de semana de cada mes, a la hora de siempre. Las sudaderas color azul eléctrico y el olor a ti. Aquel helado de 3 pisos que no llegamos a terminar. Esos sueños que no llegamos a cumplir, pero que cumpliremos algún día. Las noches de inspiración con el cenicero a rebosar. Los hielos derretidos, el malestar en el ambiente. Sus sueños en medio de una habitación. Su cinturón favorito tirado en mi cama. Allí donde no llega la luz de la mesilla,donde el reloj adquiere celos y hace pasar las horas más rápido de lo normal sin levantar sospechas. Allí, en sus jaulas con barrotes de libertad condicionada.  Allí, en sus ojos.


                   
                  

jueves, 1 de marzo de 2012

El resto de tardes de mi vida.

Atardecía y un par de conocidos que se conocían demasiado bien caminaban de la mano. Ella se entretenía con cada flor, con los gatos que aparecían bajo los coches y las sorpresas callejeras. El escuchaba y sonreía de vez en cuando, a veces creía que era una loca y otras veces adoraba seguirla y escuchar el torrente de palabras que salía de su boca. Ella tenía los labios más normales del mundo, los ojos de un color universal, su diminuto cuerpo no tenía nada especial, pero cuándo la escuchabas, podías ir al cielo o al infierno. Dependiendo de cómo estuviera su corazón ese día. El tenía un corazón enorme, color cielo, y estaba dispuesto a coger su mano esa tarde y el resto de tardes de su vida. Llevaban en una mochila una manta, un par de bocadillos y una botella de agua. Habían planeado hacer un picnic extraterrestre, ella adoraba ver atardecer y ese día el sol estaba más bonito que nunca. Se sentaron y dejaron que el silencio llenara ese momento. El aire corría, y a lo lejos saludaban infinitas casas. El sol poco a poco fue poniéndose mientras ellos hablaban de todo y de nada. Ella guardaba ese momento en su corazón mientras él la miraba como pocas veces lo había hecho, queriendo parar el tiempo. Al final, el sol terminó escondiéndose dando lugar a un viento gélido. El frío les obligó a marcharse y corrieron por las calles cogidos de la mano, su afición favorita después de besarse los ojos. Había sido un día perfecto. No me importaría pasarme la vida entre picnics y atardeceres, besos y sueños, mar y cielo, no me importaría pasarme la vida contigo.